martes, 18 de diciembre de 2007

carnid on Slide

carnid on Slide
Este es un artista de paleta añeja
que usa una boina de color coñac
y habita una boharda de ventana vieja
donde un reloj viejo masculla tictac

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1 comentario:

Nidia F Morales dijo...

Tendido a la larga sobre un mueble inválido
un bostezo larga, y otro, y otro: ¡tres!
¡Diablo de muchacho, pobre diablo escuálido,
pero con modorras de viejo burgués!

Cerca de él, cigarros fingen los pinceles
sobre la paleta de extraño color:
Sus últimos toques fueron dos claveles
para un cuadro sobre cuestiones de amor.

Cerca un lápiz negro de familia Fáber
Enristra la punta como un alfiler;
hay tufo a sudores y olor a cadáver,
hay tufo a modorras y olor a mujer.

Juan Pereza fuma, Juan Pereza fuma
En una cachimba de color coñac
y mira unos cuadros repletos de bruma
sobre un hecho que hubo cerca del Rimac.

El pintor no lee… la lectura agobia…
y anteojos de bruma pone en la nariz:
y todas las cosas con máscara gris.

Su mal es el mismo de los vagabundos:
fatiga, neurosis, anemia moral,
sensaciones raras, sueños errabundos:
que vagan en busca de un vago ideal

Ni piensa ni pinta, ni el humor ingenia.
¡Qué ha de pintar si halla todo sin color!
Tiene hipocondría, tiene neurastenia,
y hace un gesto de asco si oye hablar de amor.

Mira un cuadro antiguo sin pensar en nada,
mira el techo, el humo, las flores, el mar,
una barca inglesa que ha tiempo está anclada
y unas acuarelas a medio empezar.

De un escritorillo sobre la cubierta,
un ramo de rosas chorrea placer,
y una obra moderna, rasgada y abierta,
muestra sus encantos como una mujer.

El pintor no lee… la lectura agobia…
Juan Vaijean es bruto, necio Tartarin:
Juan odia los libros, ve horrible a su novia
y muere en silencio, de tedio, de esplín.

Sudores espesos empapan los oros
que el lacio cabello recoge del sol,
y se abren al beso del aire los poros
del rostro manchado con tintas de alcohol.

Y mientras el meollo puebla un chiste rancio
que dicho con gracia fuera original,
sobre la solapa donde está el ojal.

Hay planchas que esperan el baño potásico,
un cuadro de otoño y una mancha gris,
un oleografía de un poeta clásico
con gestos de piedra y ojuelos de miss.

Juan Pereza fuma, Juan Pereza fuma
En una cachimba de color coñac,
y, enfermo incurable de una larga bruma,
oye a un reloj viejo que dice: tictac

Ni piensa, ni pita, ni el humor ingenia.
tiene hipocondría, tiene neurastenia,
y anteojos de bruma sobre la nariz.

Así pasa el tiempo, solo, solo el cuarto,
solo Juan Pereza, sin hablar ¿Dé qué?
flojo y aburrido como un gran lagarto,
muerta la esperanza, difunta la fe.

La madre está lejos. A morir empieza
allá donde el padre sirve un puesto ad hoc;
no le escribe nunca, porque la pereza
le esconde la pluma, la tinta o el block.

Hace ya diez años que en el tren nocturno
y en un vagón de última dejó la ciudad;
iba un desertado recluta de turno
y una moza flaca de marchita edad.

Un gringo de gorra pensaba, pensaba…
Luego un cigarrillo y otro. ¿Fuma usted?
luego un frasco cuyo líquido apuraba
para tanta pena, para tanta sed.

¡Tanta pena, tanta! Su llanto salobre
secaba una vieja de andrajoso ajuar;
iba un mercachifle y un ratero pobre
y una lamparilla que hacia llorar.

La vida… sus penas. ¡Chocheces de antaño!
se sufre, se sufre. ¡Por qué? ¡Porque sí!
se sufre, se sufre… y así pasa un año
y otro año… ¡Qué diablo! ¡La vida es así!..